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lunes, 30 de diciembre de 2013

El tiempo solo pasa una vez

Hoy ni siquiera el frío ha impedido que paseara por las calles de la ciudad más bonita del mundo. Alguien me dijo que me notaba melancólica. Será que ya te vas, ya ha llegado tu hora. Siento mucho todas las criticas que he leído por ahí sobre ti, porque cuando miro hacia atrás sólo puedo recordar cosas buenas. 
Hay una excepción, pero ya sé que tú no tienes la culpa. Tú tan sólo has acatado las órdenes que dejaron los anteriores. Te ha tocado el marrón. Será por eso de tu nombre, de tu número, por eso que dicen de la mala suerte. Por cierto, cuida de ella, dile que en navidad se nota más su ausencia, pero que yo aún la sigo escuchando en muchas otras ocasiones. A veces, en alguno de mis viajes de vuelta a casa, me ha despertado sobresaltada algún desconocido que le ha tomado su voz prestada para dar un vuelco a mi corazón. Hazle saber que con tu marcha se pasa una página, pero que el libro sigue siendo el mismo, y el marca páginas más colorido lo tengo reservado para ella, que este libro no es de usar y tirar, que subrayo con amarillo los momentos que vale la pena releer.

A penas a un día de tu partida, sonrío porque recuerdo palabras que seguro se creían perdidas en una conversación de whatsapp: "cómo pasar de la más absoluta sociedad al arpiismo refinado, una historia de superación real" (Alí, va por ti). Me quedo con esa frase porque, mi tan apreciado 2013, tú has supuesto para mi la superación. Desde el momento en que empecé mi particular cuenta atrás, nunca pensé que podías ser tan clave. Nunca pensé que fuera la ansiedad quien metiera sus cosas en la maleta y se perdiera por unas vías de tren que no son las que tan bien conozco.

Ya te vas, y te llevas contigo esa máscara. Me dejas la experiencia de mirarme al espejo, reconocerme y saludarme con un "bienvenida de nuevo". Ahora yo me quedo aquí, y sí, con mi "sonríe" en la muñeca. Tengo un recordatorio grabado en la piel. 

Disfruta 2013, que el tiempo solo pasa una vez.

Un placer

Buenas noches,

Pilar L.Carmona

viernes, 4 de octubre de 2013

A ella

Aquí está mi despedida. Ese día nada te pude escribir en aquel libro que no podrás leer. Te hablé, te hablaba cuando te miraba, te hablaba mientras intentaba dormir, te hablaba en todo momento con la esperanza de volver a escuchar tu voz. Cuando conseguí dormir un poco mi mente me engañó y escuché como pronunciabas mi nombre. Era entonces cuando me hacías sonreír entre sueños, al igual que me haces sonreír  cada noche cuando te vuelvo a escuchar.
Después de todo aún te recuerdo como la última vez que te vi, aquel día en el que ya sabía que nunca más volvería a verte así, aquel día lleno de sonrisas. Me quedo con eso, con esa sonrisa y aquella pamela que tanta vergüenza te daba ponerte. Y no sé si te gustará, pero...¡¡pienso imprimir una fotito en la que aparezco contigo y tu pamela!!
¿Sabes? Aún no puedo creerlo. Intento convencerme a mi misma, intento ver la realidad, pero no, aún sigo pensando que estás allí, a muchos kilómetros de distancia pero siempre cerca. Siempre tan amable, tan cercana, tan cariñosa, tan detallista, tan luchadora, tan viva. Y es que lo estás, siempre estarás viva en nuestros corazones, cuidando de todos nosotros.
Nunca te voy a olvidar,
Te quiero tita, espero que seas muy feliz allá donde estés.

lunes, 5 de agosto de 2013

Por la puerta de atrás

Con el iPad en la mano. Música, artistas y ahí estás. "Los Argentinos" para empezar. Esto alivia mi impotencia. "Me duele la palabra". A mi si que me duele la palabra, esa palabra que le da nombre a lo que ni siquiera eso merece.
Envidioso, maldito envidioso convertido en ocupa del mejor de los reinos de cada febrero. Querido iluso, y nótese la ironía en lo de "querido", no pienses ni por un instante que vas a poder quedarte. Ojalá fueras persona para que pudieras leer todo lo que te odio, toda la repugnancia que me provocas. Si, ojalá fueras persona para poder ahogarte entre la tinta de cada una de sus plumas, esa tinta que da vida a unas letras que tanto admiro.
De sobra sé que no le tienes miedo a sus letras y entiendo perfectamente, que muchísimo menos a las mías, insignificantes a su lado, pero no creas que está todo ganado, porque además de poseer el más grande de los reinados en el que tú, por supuesto, no eres mas que un despreciable desconocido que se ha colado en una fiesta de lujo, tiene una fortaleza increíble, y no vas a poder con sus ganas de vivir.
Y tú, pobre de ti, porque vas a salir como el mayor de los perdedores. Cabizbajo y por la puerta de atrás.

Buenos días,

Pilar L. Carmona

miércoles, 24 de julio de 2013

Nada ni nadie

Esta noche he vuelto a ser una enana. He vuelto a ser la niña más traviesa de la clase junto a esa gran compañía llamada inquietud. He escuchado aquellas risas y a todos aquellos que amenazaban con convertirse en los más chivatos del lugar. He sentido el miedo de las noches de fin de curso frente a la biblioteca del colegio y me he enfadado al volver a sentir esa rabia cuando el último penalti no se va alto como asegura quien intenta desconcertar tras las portería. He vuelto a llorar porque ese notable en matemáticas me sabe a poco, porque esa comida tan rica que me espera al mediodía como recompensa por haber aprobado no la merezco. He vuelto a formar parte de aquella pelea, porque el árbol más grande del patio es de mi clase, y eso, eso no nos lo quita nadie, ni siquiera los niños de la clase de al lado, los más listos, los mejores en todo, aquellos a los que le arrebatamos la copa que tenía mi nombre, cuando aquel irónico "lo siento" junto con una palmadita en la espalda, estoy segura que en aquel momento se recibió como un golpe casi tan grande como mi ego.
Y me he despertado sonriendo. Sonriendo por las veces que me dijeron lo chula que era ¡Y tanto que lo era! Me he despertado con la misma inquietud, con esas ganas de comerme el mundo. Con esa seguridad de que nada ni nadie me puede parar.

Buenos días, y a por el miércoles

Pilar L. Carmona

miércoles, 26 de junio de 2013

Dejarse llevar

Demasiadas preguntas entre lecciones de derecho y algo de literatura-colapso mental-ordenación de ideas. 

Perfecto. Ahora si puedo comenzar a contestar las preguntas más difíciles del mundo, las que me hago a mi misma. Y para empezar, como no, este recurso de escribir que siempre me ha tenido tan enganchada, incluso en aquellos cuadernos de juegos que un día escondí en algún cajón desordenado, con la intención de ser descubiertos al cabo del tiempo, como la botella con mensaje que se arrojó al mar para acabar con el último suspiro de cada palabra escrita en el ya papel mojado de su interior, y que con la peor de las intenciones, una ola arrastró hacía manos desconocidas en una playa cualquiera.
Incluso en aquellos cuadernos que de vez en cuando vuelven a caer en estas manos, tan desconocidas como las del naúfrago del cuento más popular, se encuentra esa sensación que vaga entre la verguenza y el orgullo al comprobar la magnífica idea que surgió de tan sólo un juego de niños que dejaba entrever una increible locura de mayor.

Y en estas líneas, una vez más vuelvo a mostrar la perdición de empezar a teclear, de permitir que el cerebro envíe tantísimos mensajes como imágenes pasan por él, para terminar formando una explicación de una realidad que quizá muy pocos (siendo generosa en el número) entiendan, y sobre todo, que se aleja con descaro de la finalidad con la que comencé a escribir esta entrada. Recuerden, aquellas preguntas que me hago a mi misma, y que tan sólo yo puedo responder. Por el momento, las volveré a formular frente al espejo, para que los ojos desconocidos me hagan adentrarme a través de esa profundidad que algunos comentan, para poder entablar conversación con el alma de complicado trato, pero que como bien aseguran los susurros que actúan como banda sonora, quiere tanto que hará llorar, aunque también reir, pero sobre todo, ser felíz.

Tal vez en otro momento, porque admito que mi droga, esta de escribir, tiene filosofía propia: dejarse llevar.

Buenas noches,

Pilar L.Carmona

miércoles, 15 de mayo de 2013

Este es mi momento

De nuevo aquí, con mi música de fondo, en mi momento de tranquilidad y reflexión. Casi siempre la misma escena, mi entorno, todo lo que me hace falta para expresar. Entre pensamiento y pensamiento se ha colado con descaro este rinconcito en el que ya apenas escribo, y no sé si sentirme mal o alegrarme. Porque ya no derramo lágrimas cada noche. Ya no queda tiempo para eso. Ahora hay abierta otra ventana por la que mirar hacia la vida, y me doy cuenta que vamos a contrareloj, que cada segundo que pasa es un segundo perdido que puede desaparecer con una lágrima, pero también con una sonrisa. Una sonrisa que cambia el sentido de ese pequeño espacio de tiempo, ese segundo que ya no es perdido sino vivido, porque pasará sin preguntar qué prefieres, porque no somos dueños del tiempo pero sí de cómo queremos pasarlo.
Quién haya echado tan sólo un vistazo por aquí sabrá, y después de leer esto aún más, que no es fácil seguir mi línea, que por otro lado, sinceramente, creo que no existe. Y es que yo soy así, muy particular, muy rara, tan compleja quizá que no sería extraño descubrirme frente al espejo discutiendo conmigo misma.
Admito que aún queda algo de aquel miedo, pero las pupilas que me miran fijamente en ese espejo han cruzado miradas de complicidad conmigo y me han contado entre susurros que este es mi momento.

Buenas noches,

Pilar L. Carmona

lunes, 17 de diciembre de 2012

Al año que se acaba

Todo el día llevo escribiendo. Me levante recopilando información, y comencé a teclear. Por la tarde no me quedó otra que continuar, sabiendo que pasaría parte de la noche igual, escribiendo bonito. Después llegó esa obligación que, salvo en algunas excepciones, hace que las tardes se me pasen rapidísimo. Siempre intentando esa objetividad imposible que mañana leerá mi ciudad. Por la noche, después de cenar continué y al finalizar y maquetar, leí en alto y comprobé que efectivamente había escrito bonito. Salvo el positivo final, esta mañana mi mente tenía perfectamente programado como iba a acontencer el día, pero se me escapaba algo. Después de pasar el día escribiendo, disfrutando, aunque fuera por obligación, al poner el despertador que indica que por fin acaba el día, terminaría volviendo a encender el ordenador, porque quién sabe si verdaderamente el mundo acaba este año, y yo no quiero deberle nada a nadie, y mucho menos a todo un señor año.

Este año no puede pensar de mi que me aprovecho sin más. Cierto es que a veces se me escapan detalles, pequeños, a veces muy grandes, como este que casi olvido. Odio que me pasen esas cosas, a mi que me encanta perseguir esa perfección moral que se encuentra a una distancia inalcanzable y por la cual nunca consigo quedarme con lo positivo y buscar siempre algo más. Pero bueno, siempre pasan cosas que hacen que una reaccione, y más vale tarde que nunca.

Me pasó anoche. Justamente anoche me percaté de que tenía una cuenta pendiente con este maravilloso año al que no puedo pedirle mas. Reaccioné cuando escuche ese pasodoble con el que conseguiste contener las lágrimas, durante el cual yo solo pude mirarte una vez, al principio, para comprobarlo. Después, el pasodoble quedó en un segundo plano en mi mente, era la banda sonora de un millón de imágenes que transcurrían cronológicamente y que terminaban allí, con el final del pasodoble, entre algunos abrazos, ojos llorosos, sonrisas complices y mi pensamiento de "lo ha conseguido", que no sólo se refería a que había conseguido escuchar el pasodoble sin llorar. Fue entonces cuando la película que me había montando en mi imaginación había llegado al final al mismo tiempo que la banda sonora. Volvía a la realidad, a esa fuente de la piedra escrita, para comprobar que el deseo estaba cumplido, y que, siendo así "es de buen nacido ser agradecido".

Pues eso, que gracias, mil gracias al año que se acaba.

Buenas noches,

Pilar L.Carmona